2. Todos son Iguales...

Cuando nos acercamos a los demás, cuando nos presentamos a alguien que nos gusta, seleccionamos rápidamente aquella información que queremos dar de nosotros mismos. Evitamos meter la pata, entrar en conversaciones incómodas o tocar temas que probablemente lleven a una discusión agria. A veces, por no decir siempre, ocultamos nuestros propios objetivos de cortejo hasta que el punto de no dejar al otro/a más que la explicación de un “surgió”.

Ahora imaginemos un grupo de chicas cuyo objetivo sea encontrar una pareja estable con cierto compromiso emocional aunque por supuesto no menosprecien relaciones fugaces sin mayores complicaciones... relaciones en las que por supuesto “darían” menos emocionalmente hablando.

Por otro lado tenemos a los chicos, ellos se dividen en dos grupos: uno mayoritario (2/3 del total) que no está interesado en relaciones “serias”, y uno minoritario (1/3) que por el contrario busca algo más estable. Está claro que cualquiera (chico o chica) que busca una relación más profunda “pide” más.

Por otro lado, a todos nos gusta recibir más y además es más probable terminar con éxito un cortejo si mostramos un interés amoroso que uno meramente sexual... Por otro lado, el “lado comprador” no tiene por qué saber que mentimos hasta que ya es demasiado tarde... Claro que el “lado comprador” (las chicas en este caso) también sabe que es posible, por no decir probable, que intenten darle gato por liebre...

El conocido economista George A. Akerlof (en la fotografía) de la Universidad de California (Berkeley) publicó en 1970 [1] un modelo que reflejaba el comportamiento de un mercado similar. En él sólo el vendedor sabe con certeza la calidad del producto mientras que el comprador sólo puede saberlo “a toro pasado”.

Los resultados son sorprendentes. Imaginemos que podemos establecer un índice para el grado de compromiso, algo equivalente a un precio, que señale cuanto esperamos recibir y cuanto esperamos dar a una eventual pareja.

En nuestro modelo, la función del cortejo sería precisamente comunicar al otro lado nuestros precios y con ello nuestras intenciones , aunque sobre estas siempre quepa una

[1]Akerlof G. 1970. “The market of lemons: Quality uncertainty and the market mechanism.” Quaterly Journal of Economics 89: 488-500

duda

podríamos estar mostrándonos como “chicos serios” sólo para obtener más del otro lado en poco tiempo.

Note

. Don juanes Chicos “serios”
Chicas 2000 3000
Chicos 1000 2500

Las columnas muestran el grado de implicación al que están dispuestos a llegar unos y otros. Así, un Don Juan estaría dispuesto a tener una relación recibiendo 1000 y una chica como máximo se implicaría 2000 en él. Un chico serio en cambio estaría dispuesto a tener una relación si recibe un mínimo de 2500 mientras que las chicas estarían dispuestas a poner hasta 3000.

Por tanto si una chica recibe requiebros de un chico que le pide entre 1000 y 2500 puntos de nuestro índice de implicación emocional, dará por hecho que se trata de un “Don Juan”, con tan pocos requerimientos no puede ser de otra manera.

Sin embargo, por encima de 2500 tenemos el verdadero problema: el chico en cuestión puede ser un verdadero “chico serio” o un Don Juan que esté tratando de engañarle...

Así que la chica, sabiendo que hay dos veces más don juanes que chicos serios, pondera lo que está dispuesta a implicarse en cada caso por la probabilidad de que sea una cosa y otra. De este modo,

\[\frac{1}{3} (3000) + \frac{2}{3} (2000)= 2.333'333\]

En una palabra: si se encuentra con un Don Juan disfrazado, este estaría encantado, se saca un extra y una auténtica fan... pero si se trataba de verdad de un “chico serio” a nuestra buena amiga le da miedo y hace una oferta por debajo de lo que el “chico serio” de entrada entiende por atractivo (2500).

En términos económicos, podríamos decir además que no existe demanda a precios superiores a 2000 ya que por un lado, ninguna chica está dispuesta a dar más de 2333 y por otro por debajo de 2500 la única oferta realmente existente es de don juanes, que con 2000 ya van satisfechos.

Resumiendo: los “chicos serios” están fuera del mercado, cuando encuentran una chica interesada de entrada en algo más, aunque declare (y sinceramente) que estaría dispuesta a implicarse hasta 3000, a la hora de la verdad se asusta del patinazo que puede suponer que nuestro héroe incomprendido sea al final un timo y sólo ofrece 2333, algo de entrada no muy ilusionante para él.

Note

Se podría objetar que si cambiamos los valores del índice de compromiso, los resultados serían distintos.

Esto es cierto, hemos puesto esos valores precisamente para que nos de un resultado límite. ¿Por qué? Pues porque señala hacía dónde va el efecto de la información asimétrica en un mercado de parejas así definido: los “chicos serios” perderán mercado y tendrán en general que conformarse con menos de lo que en principio las chicas estarían dispuestas a darles si la experiencia previa no les llevara a no confiarse...

Tanto menos que puede, como en el ejemplo, que queden completamente fuera de juego.

Los don juanes ocupan todo el mercado obteniendo a veces incluso más de lo que esperaban... Al final, “todos son iguales” simplemente porque el riesgo producido por la asimetría de la información (los chicos saben realmente sus intenciones mientras las chicas no) expulsa a los “chicos serios” que sólo entrarían en el mercado rebajando sus expectativas y esperando ser valorados tras un periodo de “conocerse”...

¿Hay salidas posibles a este dilema? Seguramente deberíamos preguntar a las compañías de seguros... y eso es lo que haremos en el próximo capítulo.

Microeconomía del Amor. O como los modelos económicos hablan de lo que mis amigos se preguntan los lunes
Microeconomía del Amor es una reedición del libro de David de Ugarte, llevada a cabo por Mario Rodas.

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